Es una de las costumbres culinarias
navideñas más antiguas. Los romanos celebraban la llegada del año nuevo
el 1 de marzo; desde el solsticio de invierno, es decir, de diciembre a
finales de marzo, tenían lugar las fiestas de invierno, durante las
cuales se celebraba la protección de los dioses. Posteriormente, la
Iglesia logró normalizar estas fiestas paganas superponiendo la fecha
del nacimiento de Cristo al solsticio de invierno.
Con motivo de aquellas fiestas se
elaboraban unas tortas redondas hechas con higos, dátiles y miel y eran
repartidas entre plebeyos y esclavos. En su interior se introducía un
haba seca y al afortunado al que le tocaba la legumbre era nombrado Rey
de Reyes durante un corto período de tiempo.
Hacia el año 1000, la Iglesia logró
transformar la fiesta de tal modo que en diversos lugares de Francia la
figura del "Rey Haba" recaía sobre el niño más pobre de la ciudad.
Felipe V introdujo en España esta
tradición como culminación de las fiestas de Navidad, desprovisto de
todo simbolismo y cubierto de frutas escarchadas con alguna sorpresa
escondida en su interior. |