EL BELEN

 

La escenificación del belén es una tradición que viene de los orígenes del cristianismo. El arte religioso ha escenificado el Nacimiento de Jesús desde hace muchos siglos, principalmente en pinturas, esculturas y tallas de madera. A finales del siglo II se encuentran imágenes de la Virgen con el Niño en la Catatumba de Santa Priscila (Roma), en la que aparece por primera vez la Virgen con el Niño en brazos, acompañados del profeta Isaías apuntando con el dedo hacia una estrella.

A partir del siglo V se multiplican en los mosaicos de las iglesias bizantinas escenas de la Sagrada Familia, el buey, la mula y la estrella. En el siglo VII, el Papa Teodoro, manda construir en el interior de la iglesia de Santa María la Mayor de Roma un oratorio reproducción de la cueva de Belén. En la baja Edad Media, el belén fue tomando forma y haciéndose costumbre en los monasterios alemanes, desde donde pasó a Italia. No obstante, se podría decir que la tradición propiamente dicha nació en la Nochebuena de 1223, en la que San Francisco de Asís, con la venia del Papa Honorio III, escenificó en Greccio el Nacimiento colodando en una gruta un montón de paja, la imagen del Niño en el centro y, tras él y dándole calor, una mula y un buey que pidió prestados a los vecinos del lugar, con el fin de hacerles más compresible la historia del Nacimiento del Niño Dios a los campesinos iletrados.

Al acto fueron invitados personalidades eclesiásticas, así como los aldeanos de Greccio que acudieron con antorchas para iluminar la noche. Según cuenta la historia de este primer Nacimiento, durante la celebración de la Misa del Gallo, la figura del Niño Dios cobró vida. A partir de entonces Franciscanos y Clarisas propagan la tradición de dicha escenificación en la noche del 24 de diciembre, siendo en 1330, en la iglesia de Santa Clara de Nápoles, cuando se monta el primer belén con figuras de barro.

Durante los siglos XIV y XV las iglesias italianas se llenan de hermosos belenes fijos, como los de Andrea della Robia en el Duomo de Valterra. Con el Renacimiento, pero sobre todo con el Barroco, se impulsa la realización de los belenes introduciéndose en las casas señoriales (belenes napolitanos). De éstas pasa a la burguesía y de aquí al pueblo llano, produciéndose un gran desarrollo en los siglos XVII y XVIII hasta nuestros días.

A España llega de manos de Carlos III, quien encargó (en honor a su esposa M. Amalia de Sajonia) más de 200 figuras a los artistas valencianos José Esteve y José Ginés, que construyeron figuras para una de las creaciones más queridas: "El Belén del Príncipe", como regalo a su hijo Carlos IV. Los belenes de Palacio llegaron a contar con casi 6000 figuras, muchas de las cuales se dispersaron entre museos y colecciones particulares.

Cabe destacar también de esta época al imaginero murciano Francisco Salcillo, quien en 1776 elaboró un rico belén con más de 900 figuras por encargo del Marqués de Riquelme y que se conserva casi completo en el Museo Salcillo de Murcia.

Es en el siglo XIX cuando las parroquias empiezan a montar los belenes completos, comenzando así la divulgación popular de las figurillas de barro cocido que se podían comprar en mercadillos y tiendas y que eran traídas desde Murcia y Granada. La tradición se extiende por todo el Levante, creándose las escuelas de Murcia, Olot, Cataluña, Granada, Jerez...

 

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