Estaba el
Padre eterno contemplando
la
miseria que el hombre padecía
y al hijo
primogénito le envía
que le es
igual en ser valor y mando.
Con el sí venturoso
preparando
posada en las entrañas de
María,
que sola aquella a Dios le
convenía,
su profunda humildad
considerando.
Bajó del cielo a darle
vida al hombre,
que tuvo el ofenderle por
costumbre,
y hoy nace de la Virgen en
el suelo.
Queda tan honrado nuestro
nombre
que el Verbo sacro, lumbre
de la lumbre,
se cubre, siendo Dios, de
mortal velo.
(Cancionero autógrafo
de Pedro de Padilla)
Con este soneto
perteneciente al Cancionero autógrafo de Pedro de Padilla (siglo XVI),
quisiera comenzar una reflexión sobre las relaciones existentes entre el
ciclo del Adviento y el llamado Ordo Prophetarum. La idea que nos
guiará es la siguiente: relacionar algunas de las figuras que desfilan a lo
largo de este drama litúrgico medieval con las cuatro semanas del Adviento.
El drama litúrgico o drama
religioso se originó en Europa en el siglo XI. Durante el Medievo, estos
textos eran, por lo general, representaciones que se iniciaron dentro de las
iglesias. El origen de este drama estaba en la misma religión, teniendo como
objetivo presentar una forma de teatro con un contenido más moral y
edificante que las otras formas teatrales de la época. En la liturgia se van
intercalando cortos diálogos en latín y posteriormente se introducen
pequeñas escenas con personajes del Antiguo o Nuevo Testamento o de la vida
de los Santos. Evolucionando poco a poco, a mediados del siglo XII se llegan
a realizar representaciones en el atrio de las iglesias. Los actores
empiezan a ser laicos, pertenecientes a alguna cofradía, y el latín es
reemplazado por la lengua vernácula. Entre los principales dramas litúrgicos
medievales podemos citar el Ordo Prophetarum y el Jeu d’Adam.
El Ordo Prophetarum
(Procesión de los Profetas) es un drama litúrgico del medievo que
formaba parte de los ritos asociados a la Nochebuena, y narraba las diversas
profecías de la llegada del Mesías. Entre ellos se encontraban no sólo
aquellos correspondientes a los profetas bíblicos, sino también formulados
por personajes paganos o de la Antigüedad clásica. Este drama dejó de
representarse ya en la Edad Media. La estructura de todas las versiones es
similar: en forma de diálogo cantado, los diversos personajes compadecen,
introducidos por San Agustín, como si fuesen testigos, tratando de convencer
al pueblo de Israel de que Jesucristo es efectivamente el Mesías. La pieza
procedente de Limoges (actualmente en la Biblioteca Nacional de Francia, en
París) es la más antigua, y la única que incluye texto y música.
El llamado Jeu d’Adam
o Drama de Adán (también conocido como Ordo representationis
Ade o Mystère d’Adam), por su parte, es un texto francés de
finales del siglo XII. Su importancia queda justificada cuando se estudia la
evolución y desarrollo del drama medieval, puesto que es la pieza de teatro
medieval que mayor información ofrece acerca de lo que debió de ser una
puesta en escena al uso. El Jeu d’Adam tiene una clara fuente de
inspiración en los distintos pajases del Libro del Génesis, pero sin
mermar su originalidad en lo que atañe al estudio de caracteres de los
principales personajes que le dan vida. Como pieza dramática uniforme, el
Drama de Adán mantiene, a lo largo de su exposición, una unidad temática
bien definida: la llegada del Mesías. De todas las escenas que componen esta
obra, quiero centrarme en la escena octava, puesto que allí se representa un
desfile de profetas y otros personajes veterotestamentarios: Abraham, Aarón,
David, Salomón, Balaán, Daniel, Abacuc, Jeremías e Isaías.
Llegados a este punto,
confrontaré algunos fragmentos de este Ordo, con las lecturas del
Antiguo Testamento con las que nos encontraremos a lo largo de las cuatro
semanas del Adviento de este año, para ver la relación que existe entre
ambos.
Primera semana de
Adviento
Aquel día, brotará un
renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se
posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de
consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el
temor del Señor. (Isaías 11, 1-10)
Si comparamos este
fragmento de Isaías 11, vemos cómo en el Jeu d’Adam se nos refiere la
misma profecía cuando este profeta hace su aparición en escena, llevando un
libro en la mano y revestido de un gran manto. Comienza su intervención
citando la rama que saldrá de la raíz de Jesé, para a continuación añadir lo
siguiente:
Ahora os contaré una
maravillosa historia
Jessé verá salir de su
raíz
una rama que florecerá,
que será digna de gran
honor
el Espíritu Santo la
habrá cuidado tanto
que sobre esta flor
establecerá su descanso.
Segunda semana de
Adviento
Durante la segunda semana
de Adviento, no hemos hallado ninguna similitud entre ambos textos, si bien
deseo citar aquí parte de la primera lectura del segundo domingo de
Adviento, por las conexiones existentes entre la profecía de Isaías y la
persona de Juan el Bautista, el Precursor.
Una voz grita: "En el
desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada
para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se
abajen, que lo torcido se enderece y lo escraboso se iguale. Se revelará la
gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos -ha hablado la boca
del Señor-." (Isaías 40, 1-5.9-11)
Tercera semana de
Adviento
El profeta Baláan se cita
en la primera lectura de la tercera semana de Adviento.
En aquellos días, Balaán, tendiendo la vista,
divisó a Israel acampado por tribus. El espíritu de Dios vino sobre él […] Y
entonó sus versos: "Oráculo de Balaán, hijo de Beor, oráculo del hombre de
ojos perfectos; oráculo del que escucha palabras de Dios y conoce los planes
del Altísimo, que contempla visiones del Poderoso, en éxtasis, con los ojos
abiertos: Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto:
Avanza la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel."
(Números 24,2-7.15-17ª)
En el Ordo
representationis Ade el profeta Balaán, representado como un
anciano ataviado con largos hábitos, y sentado en una burra. Su profecía es
la misma, la de la estrella que guiará a los Magos:
De Jacob saldrá una
estrella
cuyo resplandor en el
cielo será bermejo;
y un jefe del pueblo de
Israel,
se rebelará contra Moab
y le despojará de su
orgullo,
pues, de Israel, saldrá
Cristo
que será la estrella de
claridad
En esa misma semana de
Adviento, volvemos a encontrarnos con Isaías, en este caso en el capítulo 7,
versículos 10-14.
En aquellos días, el
Señor habló a Acaz: "Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del
abismo o en lo alto del cielo." Respondió Acaz: "No la pido, no quiero
tentar al Señor." Entonces dijo Dios: "Escucha, casa de David: ¿No os basta
cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su
cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".
En el Mystère d’Adam
se vuelve a repetir esta misma profecía:
Cerca está el tiempo, no
está lejano,
no tardará, ya está
cercano,
en que una virgen
concebirá
y virgen, dará a luz un
hijo.
Tendrá por nombre Enmanuel.
Será su mensajero San
Gabriel,
la doncella será la Virgen
María:
de este modo llevará el
fruto de vida;
Jesús, Nuestro Salvador.
Hasta aquí las similitudes
entre el Jeu d’Adam y las lecturas correspondientes al Adviento de
este año. Quedan fuera, pues, figuras veterotestamentarias de la talla de
Abraham, Aaron, David, Salomón, Daniel y Jeremías, por parte de este drama
litúrgico (todos, sin excepción, señalan el carácter mesiánico de Jesús); y
las de Sofonías, Malaquías y Sansón, en lo que atañe a las lecturas del
tiempo de Adviento.
A lo largo de estas páginas hemos visto cómo
en las profecías de Isaías y Balaán se citan elementos de la Natividad tales
como la Anunciación o la Encarnación, los personajes del Arcángel san
Gabriel o la Virgen María; por último, las alusiones a la rama del árbol de
Jesé (virga Iesé)
y la constelación o estrella que, como todos sabemos, guiará a los Magos
hasta el Portal de Belén.
Hodie scietis, quia veniet
Dominus, et salvabit nos:
Et mane videbitis gloriam
eius.
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