Dos meses después de
Navidad y haciendo un poco de reflexión sobre el hecho, haciendo volar un
poco la imaginación salgo a pasear oniricamente por el bulevar de alguna
gran ciudad. Camino entre la multitud, hay abuelos comprando castañas en los
puestos callejeros, padres y madres haciendo las ultimas compras antes de la
nochebuena, esperando con impaciencia a la familia, niños sentados en las
piernas del paje real o papa noel de turno, así una larga lista de personas
cada una inmersas en su propio mundo.
Sigo caminando y al
doblar la esquina en una callejuela sucia me encuentro con un niño que no
debe tener mas de ocho años, la cara sucia, y unas ropas encontradas en
algún contenedor de la trastienda de algún gran almacén.
El niño, del que nunca
sabré su nombre, me mira con ojos tristes, me tiende su mano como el que
espera la paga extra de navidad, pero el no quiere eso, solamente quiere
algún trozo de algo que llevarse a la boca, algo con que llenar un vacío
entre su cuello y su estomago, el cual le dice que esta viviendo una navidad
diferente, sin nadie a su lado que le pueda dar el calor de la compañía.
Tristemente el sueño se
acaba, y ese niño se queda dormido en esa callejuela de la gran ciudad, y
casi sin darme cuenta me pregunto, “realmente hay una navidad para todos los
gustos”...
Hoy lo tengo muy claro,
la mayoría de nosotros nos quejamos sin razón, y nunca pensamos en esas
personas que les gustaría tener otra navidad, otra oportunidad de sentirse
querido y no encontrase solo perdido entre las sombras a escasos metros de
las luces y el ambiente de las calles principales. Hagamos de la navidad una
historia diferente...
|