"Aquella noche, un
fraile que vivía en el monasterio y que se llamaba Francisco le
dijo a su amigo Juan:
- Juan, tráete el buey
y el asno del establo y llévalos a la gruta que hay en el bosque,
junto con el pesebre lleno de heno. ¡He tenido una idea! Quiero
representar el nacimiento del Niño Jesús que nació en Belén.
Y así lo hizo Juan.
Francisco había
invitado a todos sus amigos del monasterio a celebrar aquella
noche la Navidad dentro de la gruta.
Para su sorpresa, poco
antes de la media noche llegaron hombres, mujeres y niños desde el
pueblo y de los alrededores. Traían velas y antorchas para
iluminar la celebración.
Greccio, que así se
llamaba nuestro pueblo, estaba lleno de gente aquella noche,
riendo, cantando y festejando el nacimiento del Niño Jesús.
Francisco nos llamó a
todos al interior de la gruta y cuando estuvimos reunidos
alrededor del pesebre, Francisco nos contó con palabras muy
tiernas y llenas de emoción, el Nacimiento del Niño Jesús. Hasta
el buey y el asno le escuchaban con mucha atención, porque a ellos
también les parecía una historia muy bonita.
Y a la media noche en
punto, apenas Francisco hubo terminado de hablar... Ooooh!!! La
gruta se iluminó milagrosamente!!!
Todos nos quedamos muy
asombrados, con la boca abierta sin atrevernos a movernos
siquiera, porque dentro del pesebre, entre el buey y el asno,
apareció la figura resplandeciente del Niño Jesús.
Los campesinos y
pastores más cercanos vieron claramente cómo el Niño estaba
sonriendo, con sus mejillas coloradas, envuelto en pañales y
acostado en el heno que había dentro. Tal y como me había contado
Florita.
Estábamos tan
contentos, que vino a posarse la paloma mensajera en una esquinita
del pesebre y la oveja y la cabra dieron saltos de alegría. A la
vaca le parecía que era un niño muuuuuuuuy guapo y hasta las
tímidas arañas bajaron de los rincones para verlo. Los pollitos
dejaron de reñir para que el niño no se asustase y estuvieron por
un ratito callandito.
Francisco se arrodilló
delante del pesebre, mientras que los pastores y campesinos del
pueblo empezaron a cantar un villancico y a tocar las flautas y
zambombas que había llevado para la fiesta.
Los niños agitaban
velitas corriendo por todos los lados como suelen hacer las
luciérnagas en verano.
Después de un ratito,
el Niño Jesús desapareció y también la luz fue apagándose poco a
poco dentro de la gruta y nos quedamos todos maravillados.
Ya se había terminado
la celebración, pero la gente volvió a su casa cantando y agitando
velas y antorchas. En el cielo brillaban muchísimas estrellas.
La rata Florita y yo,
nos quedamos escondidos detrás de un cántaro, observando como
Francisco se quedaba todavía un rato más en la gruta, rezando".
Desde entonces, cada
Nochebuena, celebramos el Nacimiento del Niño Dios representando
en nuestras casas el Belén. Nos dijo mamá, cuando terminó de leer.
Nuestra mamá, que como
todas las mamás era muy buena y nos parecía un hada o un ángel,
vino a sentarse con nosotros una tarde que llovía mucho, y que al
vernos ir y venir a todos con el librito de Rasím, quiso leernos
esta historia tan preciosa.
Como ya había dejado de
llover, y hacía sol en la calle, cogimos los abrigos y nos fuimos
con mamá a dar un paseo por el parque hasta que se hizo casi de
noche.