PARA LOS PEQUES

 
 

NAVIDAD EN GRECCIO

Autor: Javito

 
 

Algunos días, al volver del cole, solíamos quedarnos a jugar en el parque mientras mamá iba a hacer los recados, o se quedaba charlando con otras mamás. Entonces nos daba permiso para jugar con los compis de clase o con otros niños del barrio. Siempre llevábamos el librito de Rasím escondido en la mochila junto con los libros de ir a clase, y así, a ratitos íbamos leyendo.

La última vez que leímos dejamos a Rasím en la biblioteca, leyendo un libro en el que se explicaba muy bien por qué había tanto trabajo y tenía el monasterio tanto alboroto aquella tarde de Navidad.

"Con mucho cuidadito para que no me viese nadie, asomé el morrito detrás del libro, porque no sé por qué a la gente no le gusta que los ratoncitos estemos donde hay libros. Creen que nos gusta comérnoslos... ¡¡¡Con lo mal que sabe el papel!!!

- ¡Uy que susto! -exclamé cuando me di cuenta de que quien había entrado en la biblioteca era la rata Florita.

Era más buena... Desde que fui a vivir al monasterio Florita había sido como mi abuelita. ¡La quería más!

- ¿Qué haces aquí corazoncito? -me dijo mientras me abrazaba y me besaba.

- He venido a enterarme por qué están todos tan atareados hoy. Algo me contaron los otros animales hace un rato, y ¿sabes...? Me he encontrado este libro tan precioso que tiene unos dibujos tan bonitos y cuenta unas historias que me gustan tanto que me he quedado aquí leyendo.

- ¡Claro que si hijito! -me dijo Florita-. Yo me voy a quedar aquí contigo y, si quieres, yo misma te contaré toda la historia y así vas a saber porqué hoy es el día que es y porqué hay que hacer, lo que estamos haciendo.

¡Cuantas cosas sabía Florita! No podía ser de otra forma, porque era tan viejita que había visto muchas cosas, y como ella solía decir..., era tan vieja como las piedras de aquel monasterio. Yo solía pensar que si fuese tan vieja como aquellas piedras, estaría llena de musgo y líquenes. Esas cosas las piensan los ratoncitos cuando son pequeños y todavía no saben muchas cosas.

Así que vino a quedarse Florita conmigo y sentada en el tintero con el delantal muy lisito sobre las piernas, empezó a contarme el resto de la historia:

"Aquella chica tan buena y tan obediente, María, tuvo que acompañar a su esposo, el carpintero José, a su pueblo natal, una ciudad llamada Belén porque quería el emperador romano enterarse de cuánta gente vivía allí por aquel entonces.

Cogió José una mula, sentó encima a María que tenía ya la barriguita muy redondita y caminando despacito, llegaron a Belén.

¿Qué pasó entonces? Pues que al igual que ellos, fueron a Belén montones de personas y como ya era de noche, no encontraron sitio en la posada. Justo aquella noche, el niño que esperaba María se le ocurrió nacer.

Como no había sitio para ellos en la posada ni en ninguna parte, tuvieron que ir a refugiarse a un establo que estaba vacío y, sin más remedio, allí fue donde nació el niño al que llamaron Jesús.

Tanto frío hacía aquella noche, que envolvieron al niño en pañales y lo acostaron entre las pajas del pesebre donde solían comer los animales y entre la mula con la que viajaron y un buey que pastaba fuera, le dieron calor.

Fuera la noche era estrellada y de entre tantas estrellas lució aquella noche la estrella más grande y bonita que jamás se vio en el firmamento.

Unos pastores que vigilaban su rebaño se quedaron extrañados al ver la estrella tan luminosa en el cielo y se llevaron un susto muy grande cuando del cielo vino un ángel a decirles que había nacido el niño y que tenían que ir a adorarle.

Entre todos juntaron algunos presentes. Nadie sabe muy bien que era lo que le llevaron al niño, pero como eran pastores, podemos pensar que le llevaron queso, leche, o a lo mejor pan.

Tan especial resultó ser esa estrella, que muy lejos de allí, en otros países, unos sabios de oriente preguntándose que quería decir aquella señal en el cielo, empezaron a seguirla. Y cada uno desde su país viajó durante muchos día y muchas noches siguiendo la estrella.

Llegaron a Belén y se pararon delante del pesebre donde se encontraba el niño. Allí le adoraron con sus presentes: ORO, porque era rey; INCIENSO, porque era el hijo de Dios; y MIRRA, que es una resina muy preciada, y también muy amarga, pues muchas cosas iban a sucederle a Jesús.

Una noche, José soñó con un ángel que le dijo que tenía que irse con María y el niño Jesús lejos, a Egipto, porque Herodes era malo y quería que todos los niños de Belén dejasen de existir.

Cogió José de nuevo la mula, sentó en ella a María y al niño, y emprendió el viaje a Egipto donde tuvieron que quedarse hasta que el rey Herodes hubo muerto".

Todas estas cosas me contó Florita. Y al terminar dijo:

- Esta noche, pequeño Rasím, recordamos el nacimiento del niño Jesús que nació en Belén y es hijo de Dios, como te acabo de contar. Para que lo entiendas mi niño... hoy es el cumpleaños del niño Jesús.

- ¡¡¡Aaaahhh!!! ¡Eso lo sabía de antes Florita! Y ahora que ya sé la historia me he puesto muy contento.

Si te portas muy requetebién esta noche, otro día te contaré la historia de Los Reyes Magos.

- ¡¡¡Siii!!! Descuida Florita que seré tan buenecito que vas a tener que contarme montones de historias.

Y de un saltito salimos Florita y yo de la biblioteca. Justo estaba haciéndose de noche".

Seguramente os quedaréis con ganas de saber que ocurrió la noche del cumpleaños del niño Jesús, ¿verdad? Pues nosotros también, porque no nos dio tiempo a seguir, ya era tarde y teníamos que bañarnos para cenar e irnos a dormir.

Continúa...

 
 

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