Por fin terminaron las vacaciones de
Navidad y mis hermanos y yo tuvimos que volver al colegio.
¿A que no se está tan mal del todo en el
colegio? Claro que no, eso pensamos nosotros también.
Por que bien pensado, allí pasan y se
hacen muchas cosas. Y se aprende tanto que cuando terminamos salimos
siendo listísimos. Están los compis y los amigos para jugar en el
recreo juntos, y se hacen juegos y muchísimas cosas que ya sabéis
todos.
Después del colegio y tomar la merienda,
mis hermanos y yo hacíamos los deberes y estudiábamos, todo
despacito y bien hecho, para tener un rato para seguir leyendo la
historia de Rasím. Hacíamos un corro y leíamos por turnos, cada día
uno. Mi hermana Isabel, que es la mediana, siguió leyendo donde nos
quedamos:
"La puerta de la biblioteca estaba
cerrada, pero eso para un ratoncito no era problema, porque la
puerta estaba tan vieja que tenía unos agujeros de polilla tan
grandes que era fácil colarse por ellos.
Nadie copiaba nada aquella tarde, tan
ocupados estaban todos con la celebración de la noche.
Daba un poco de miedo tanto silencio y
todos aquellos libros tan enormes puestos en fila en las paredes y
apoyados sobre las mesas y los atriles. Menos mal que ya había
estado varias veces allí y sabía que no pasaba nada. Me subí a una
mesa escalando por una pata.
¡Menuda vista había desde lo alto! Con
cuidadito, fui paseándome por la mesa esquivando trocitos de papel,
los tinteros, las plumas de ganso con las que solían escribir los
monjes y llegué hasta donde estaba un libro que se estaba secando.
¡Qué bonito era! Tenía muchas letras y
todo lleno de dibujos de colores.
Yo entonces no sabía leer muy bien y me
costó un poco, pero me senté sobre un tintero frente al libro y fui
leyendo.
Decía el libro que una vez, bajó un ángel
del cielo, por orden de Dios, a visitar a una chica que vivía en un
pueblo llamado Nazaret.
Muy buena debería de ser, porque decía el
libro que el ángel había ido a decirle que Dios quería que fuese la
madre de su hijo, y que ella había dicho que estaba dispuesta a
hacer lo que Dios le dijese.
Me pareció que aquella chica era poco
menos que una santa. Y debió de ser muy guapa, porque en el dibujo
que había al lado la habían pintado muy bonita, con una túnica azul
y un vestido rosa. Rodeada de flores estaba de rodillas, frente al
ángel que bajaba del cielo envuelto en nubes.
Tiempo después de aquel día, me enteré de
que aquella chica, se llamaba María, y que lo que había leído en
aquella pequeña historia se llamaba La Anunciación.
Era bonita aquella historia, y pensé que
seguramente había más, así que como pude, pasé la página y empecé a
leer la siguiente.
En el dibujo estaba la misma chica,
María, cogida de la mano de un hombre de largas barbas que la miraba
sonriendo. Se estaban casando. Aquel hombre se llamaba José, y era
carpintero del mismo pueblo.
Un poco más abajo, recuerdo que había una
mujer mayor con la chica, era su prima Isabel, que para sorpresa de
todos, estaba esperando un hijo siendo ya muy mayor. Sabían que se
iba a llamar Juan y que iba a hacer muchas cosas.
A mi, siendo un ratoncito que apenas
sabía demasiadas cosas, me pareció que aquellas personas sabían todo
antes de que ocurriese...
De pronto, se escuchó en la puerta un
ruido y salí corriendo a esconderme detrás del libro".
¡Vaya! Qué interesante estaba la historia
de Rasím. Pero como estábamos en recreo, se terminó y tuvimos que
volver a clase.
Continúa... |