Cuando estuvimos todos
sentados haciendo corro, cogimos el libro del ratoncito, y en la
primera página estaba escrito:
"Para todos los niños del
mundo, del ratoncito Rasím"
Así fue como nos
enteramos de cómo se llamaba... ¿No os parece un nombre curioso?
Nosotros pensamos que así era, porque seguramente es un nombre que
ha existido siempre en su familia, y no sé si lo sabréis, pero los
ratoncitos tienen por costumbre, usar siempre los mismos nombres
para todos los hijos que van teniendo.
Como estábamos tan
callados leyendo el cuento, oímos a mamá desde la cocina que nos
decía... "¿Niños, que estáis haciendo?", y nosotros le contestamos:
"estamos leyendo un cuento precioso!" Y claro, como es mayor y los
mayores algunas veces no se fían, vino a ver si era verdad, y se
volvió a la cocina después de haberse asegurado que nos portábamos
bien. Seguimos leyendo, y
decidimos irnos a la habitación de jugar, porque no fuese que nos
siguieran interrumpiendo y así no había forma de enterarse de nada.
La historia que el ratoncito Rasím había
escrito empieza así:
"Hace mucho, mucho
tiempo, cuando todavía vivían los reyes en los castillos y los
caballeros cruzaban el mundo en busca de aventuras, sucedió en un
pueblo de Italia algo maravilloso que todos vais a conocer.
Sucedió siendo yo todavía un ratoncito
muy pequeño. Por aquel entonces, vivía en un
agujero que había en la pared de un monasterio muy grande, en el que
vivían muchos monjes.
Aquellos monjes, eran muy
buenos y siempre estaban trabajando en silencio. Yo acababa de
mudarme y les observaba desde los rincones. Algunas veces,
trabajaban en el huerto, plantando patatas, recogiendo fresas...
otras veces, se iban todos a una habitación llena de libros de todos
los tamaños y colores y siempre en silencio, copiaban y copiaban
muchas letras, que según supe después, las letras formaban palabras
y las palabras todas juntas, historias.
Un día, supe que en el
monasterio iba a tener lugar una gran celebración. ¡Todos estaban
muy atareados! Iban y venían los monjes con cosas, cambiando algunas
de sitio y los ratoncitos no hacíamos más que preguntarnos qué era
lo que pasaba.
Fui corriendo al establo,
donde vivían el resto de los animalitos del monasterio, y fue una
paloma mensajera, que solía traer mensajes a los monjes desde otros
lugares quien nos dijo:
- ¿No os habéis enterado
todavía? ¡Ya es Navidad!
- ¿Navidad? ¡¡Ooooooohhhh!!
- exclamamos todos a la vez.
- ¡Es cieeeeeeeerto! -
balaron a la vez la cabra y la oveja.
- ¡Muuuuuuuucho trabajo
hemos tenido y se nos ha olvidado! - mugió la vaca desde el pesebre.
Yo me quedé quieto del
susto, lo primero porque no sabía que la vaca pudiese hablar, y lo
segundo, porque no sabía que era "Navidad".
Vino a sentarse a mi lado
el gallo Kirico, que nos despertaba todas las mañanas muy temprano,
y me explicó que era la Navidad: significa que el hijo de Dios había
nacido en un pesebre y como había sido nuestro salvador celebrábamos
su nacimiento y que por la noche... iban a pasar muchísimas cosas.
Yo no me enteré muy bien
de todo aquello, y justo cuando iba a preguntarles muchas cosas
sobre aquel señor tan importante, todos se dieron la vuelta, cada
cual a su oficio: la vaca y la cabra comían paja para dar más leche,
la oveja, que también comía, tenía que dar lana. La paloma voló
hasta el palomar donde tenía que entregar los mensajes y el gallo
fue a cuidar a los pollitos que estaban riñendo.
Tantas cosas y tanto
trabajo tenían todos que decidí volver dentro.
Tengo que enterarme muy
bien de quién era ese señor del que vamos a celebrar esta noche el
nacimiento, pero, ¿dónde? Me preguntaba, mientras caminaba por los
pasillos hasta que de pronto, me di cuenta que estaba delante de la
puerta de la biblioteca".
Muchísimo rato después de
empezar a leer, vino papá del trabajo, así que guardamos el librito
en un cajón de la cómoda y fuimos todos a saludarle y a darle un
beso para irnos todos a comer.
Continúa... |