Hace tiempo, un
día de Reyes por la noche, después de haber jugado muchísimo con los
juguetes que nos trajeron los Reyes Magos, fuimos mis hermanos y yo
a la cocina a tomarnos la leche para irnos a dormir.
Y
de pronto, escuchamos debajo de la alacena del rincón, muy despacito
y muy callandito, un ris ras! ris ras! que
ninguno sabíamos que era. Entonces, se nos ocurrió mirar con mucho
cuidado no fuera a ser un duende y lo que encontramos allí fue un
ratoncito muy viejito muy viejito, sentado en un taburete diminuto
escribiendo muy despacito en un librito que a nosotros nos parecía
pequeño, pero que era casi tan grande como él.
Y cómo no
sabíamos quien era, ni de donde había salido, se lo tuvimos que
preguntar para enterarnos bien.
Dijo el
ratoncito:
-
He venido viajando en la bota del
rey Baltasar desde Oriente, pasando por muchos países y por muchas
casas, dejando regalos en muchos zapatitos de niños como vosotros
hasta llegar a vuestra casa.
-
¿Y por qué
has venido? – le preguntamos nosotros.
-
Porque tengo que contaros una
historia preciosa que vi hace muchos, muchos, muchos años. Esa misma
historia ya la conté a muchos niños antes que a vosotros y tengo que
hacerlo a otros niños después. Por eso, viajo con los Reyes Magos
por todas las casas.
Entonces quisimos
saber qué era lo que estaba escribiendo en aquel librito tan
pequeño.
El ratoncito nos
miró a través de unas gafitas que llevaba a mitad de la nariz y nos
dijo:
-
¡¡Shssss!!
¡A dormir! que a esta hora los niños tienen
que estar durmiendo. Mañana os enteraréis.
¡Y
claro! Nos tuvimos que ir a dormir si rechistar.
A la mañana
siguiente, bajamos a todo correr las escaleras y de prisa de prisa,
fuimos a mirar debajo de la alacena a ver si estaba el ratoncito.
Pero oh! Qué mala
suerte! Ya no estaba, solamente estaba el librito donde tanto había
estado escribiendo.
Lo cogimos y
después de desayunar, fuimos a sentarnos delante de la chimenea que
se estaba muy calentito y empezamos a leer lo que el ratoncito había
escrito.
Continúa... |