Eran agentes de aduana o recaudadores
de impuestos. Por aquel entonces no eran funcionarios del Estado,
sino comerciantes que adquirían del Estado, en arriendo, el derecho
a la recaudación de impuestos. Para ello pagaban cierta suma de
dinero al erario público, quedándose con todo lo que podían sacar
por encima de esa suma. Entre ellos había dos clases:
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Los jefes del sistema de
recaudación. Eran gente rica, generalmente jefes de las familias
de la alta sociedad de Jerusalén; algunos de ellos miembros del
Sanedrín.
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Los que llevaban a cabo el trabajo.
En su mayoría pobres o esclavos empleados por los anteriores.
Palestina sufría un sistema de
impuestos verdaderamente opresivo. Había que pagar derechos de
aduana y de peaje a la entrada de los pueblos, en los puentes, los
vados, los cruces de caminos... Los judíos tenían que pagar a los
romanos unos impuestos directos y otros indirectos. Los
arrendatarios de aduanas se responsabilizaban del pago de dichos
impuestos, luego se reembolsaban esas cantidades con creces, siendo
respaldados por los propios romanos.
Para cada puesto aduanero señalaban un
canon de arriendo que era preciso entregar. Los ingresos superiores
a este canon se los quedaba el arrendatario como ganancia personal,
llevando esto a la explotación y la estafa.
A los ojos de todo sacerdote y
fariseo, el publicano era un pecador, pues su profesión era
considerada "contaminante" o "impura". Para los judíos el único
impuesto legítimo era el del Templo, por tanto, los publicanos eran
despreciados por la comunidad, se les consideraba como traidores al
pueblo judío.
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