En tiempos de los patriarcas, el padre
era el sacerdote de toda la familia. Comúnmente este honor pasaba al
hijo mayor a la muerte del padre. Esta práctica continuó hasta que
la ley de Moisés transfirió este derecho a la tribu de Leví, de
donde salieron los sacerdotes para Israel como nación.
La religión en los hogares se
centralizaba en torno a un altar, sobre el que los animales
sacrificados se ofrecían a Dios.
Una parte muy importante en la vida de
la familia hebrea era la peregrinación que se hacía al santuario.
"Tres veces al año será visto todo varón tuyo delante del Señoreador
Jehová, Dios de Israel" (Ex. 34:23). Podía ir toda la familia
entera, pero se requería que todo miembro varón fuese en la
peregrinación.
La plegaria más importante que se
recitaba era "El Shemá". Esta plegaria era el resumen de tres
pasajes del Pentateuco. Era repetida mañanas y tardes por los
varones. Cuando el niño llegaba a la edad de doce años ya debía
repetir esta oración.
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