Habiendo
los Magos alcanzado el final de su viaje, encontraron por fin el pesebre
donde se encontraba el Niño.
Sobre esto, hay versiones, pues sobre los Magos, no hay
datos concretos.
Según los evangelios apócrifos, la llegada se sitúa entre
los días posteriores al nacimiento, y al menos dos años después.
¿Qué hay de verdad en todo esto? Posiblemente nunca
podremos saberlo a ciencia cierta, pero siempre es interesante conocer
cómo se ha recogido este hecho en los diferentes textos que se
conservan.
Nuestra tradición nos muestra que llevaron al niño Oro,
Incienso y Mirra. Y esto mismo recoge lógicamente en los escritos
conservados, aunque hay textos en los que además se añaden otros
presentes.
Recogemos específicamente el Evangelio Armenio de la
Infancia, quizá el más rico en detalles, que nos relaciona los presentes
de cada uno de los reyes:
- Melkon / Melchor: ofrendaba mirra, áloe, muselina,
púrpura, cintas de lino y libros escritos y sellados por el dedo de
Dios.
- Gaspar: aportaba para el Niño nardo, cinamomo, canela e
incienso.
- Baltasar: además de oro, traía para honrar al Niño
plata, piedras preciosas, perlas finas y zafiros.
Teniendo los presentes, cada uno encierra un simbolismo
muy marcado para la condición del Niño. Oro por su condición de Rey;
Incienso, al tratarse del hijo de Dios para honrar su condición divina;
Mirra, una resina muy preciada en Oriente, y la más amarga, para reseñar
su misión en el mundo.
Quizá lo más maravilloso que se relata en el Evangelio
Armenio de la Infancia, es el momento preciso de la Epifanía, cuando el
nacimiento del Hijo de Dios es revelado a los pueblos de la Tierra,
representado en los propios Magos, pues se les supone orígenes y razas
diferentes.
He aquí, que al encontrar por fin la gruta del pesebre,
se postraron los monarcas para adorar al Niño. Y según iban cada uno de
ellos entregando sus presentes, recibían una visión del Niño, siempre
acorde con sus presentes. Según el relato, al abrir el rey Gaspar sus
presentes de incienso y especias, se inundó la estancia con el aroma de
la Inmortalidad y vio al niño rodeado de la corte de ángeles, sentado en
su trono de gloria. Por su parte, al rey Baltasar que le honró con oro y
piedras preciosas, le fue mostrado a todo un ejército de rodillas
adorando al niño, su Rey. Y la visión más "terrible" fue para Melchor,
aquí llamado Melkon, quien ofreció la mirra. Tuvo el privilegio de ver
al Niño como hombre, muriendo entre suplicios y levantándose de entre
los muertos.
En este relato, se nos cuenta como cada uno de los reyes
expusieron a los otros dos sus respectivas visiones, y cómo volvieron a
entrar a adorarle en días sucesivos hasta que todos tuvieron las mismas
tres visiones. Comunicaron al séquito que les acompañaba lo que habían
visto y todos tuvieron fe en el Niño.
Más aún, el rey Melkon tenía bajo la custodia de su casa,
como así había hecho su padre, y el padre de éste hasta el principio de
los hombres, un libro Testamento, escrito y sellado por la mano de Dios,
que le fue entregado a Adán, hasta aquellos días. Se lo presentó al Niño
revelando entonces lo siguiente:
"En el año seis mil, el día sexto de la semana, el
mismo en que te creé, y a la hora sexta, enviaré a mi hijo único, el
Verbo divino, que tomará carne en tu raza, y que se convertirá en hijo
del hombre, y que te restablecerá de nuevo en tu dignidad original, por
los supremos tormentos de su cruz. Y entonces tú, Adán, unido a mi con
un alma pura y un cuerpo inmortal, quedarás deificado, y podrás, como
yo, discernir el bien y el mal".
Al reflexionar sobre esta cita, tal parece que en ella se
revela la fecha exacta del nacimiento del Hijo de Dios, al menos, en la
forma en que Dios, al expulsar a Adán del paraíso, promete a éste la
redención a través del sacrificio de su hijo.
El último pasaje de este capítulo en el Evangelio Armenio
de la Infancia es el momento en que tras adorar al Niño por vez última,
después de haber quedado durante tres días acampados ante la gruta, los
pueblos de la Tierra, en la persona de aquellos Magos, reconocen al Niño
como Dios e Hijo de Dios, y acuerdan volver a su país por otro camino
diferente para evitar dar testimonio a Herodes.
La Epifanía, es el motivo por el cual los Magos
emprendieron el viaje desde sus lugares de origen. Sobre la veracidad de
los textos, está todo por descubrir, y quizá nunca lleguemos a saber a
ciencia cierta si todos estos hechos ocurrieron en realidad. Puede que
no, puede que sucediese tal y como se ha recogido, o que ocurriese de
otra forma. Lo que sí tenemos claro, es que cualquier religión es un
acto de fe.
Siendo así, que cada uno concluya, reflexione y crea
según su fe. |