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No
importa ni el tamaño ni la calidad de las figuras del Belén, lo
importante es el esfuerzo y el trabajo que se dedica para su montaje.
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El Belén hay que adaptarlo a las
condiciones de espacio con las que se cuenta para que sea
verdaderamente un elemento agradable y no un mero estorbo.
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Para que un Belén sea más
atractivo hay que darle una cierta ambientación, preferiblemente con
elementos naturales. Piedras y tierras recogidas del campo, corcho,
pequeñas plantas, etc., que nos pueden ayudar a darle un mayor
realismo.
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Se colocarán las figuras con un
cierto orden para que no dé la sensación de abigarramiento si ponemos
muchas figuras juntas; ni tampoco la sensación de vacío si nos quedan
demasiados espacios muertos.
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Hay que procurar disimular las
bases de las figuras en la medida de lo posible.
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Para iluminar un Belén no son aconsejables las luces
intermitentes de colores ya que distraen al espectador en lugar de
resaltar las diferentes escenas. Son preferibles pequeñas luces
blancas para iluminar los interiores de las construcciones, cuevas o
grutas; para lograr el efecto de las hogueras se pueden utilizar
pequeñas bombillas flameantes.
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Hay que procurar que tanto las bombillas como los
cables no sean visibles directamente por el espectador. Se pueden
disimular con tierra, pequeños trozos de madera o corcho, piedras,
etc.
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Como fondo de nuestro Belén se pueden utilizar los
diferentes fondos de cielo o celaje que se adquieren en las tiendas,
pero también se pueden colocar telas con tonos discretos, papeles
decorados por nosotros mismos, etc. De igual manera se disimulará la
base del Belén, pero siempre con colores y elementos que no distraigan
nuestra visión del mismo.
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Si se realiza un río con agua se debe procurar que no
sean visibles los elementos que conforman el cauce. Se pueden
disimular con grava, piedras, etc.
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El modo de conjugar las
diferentes escenas con nuestra creatividad y la originalidad al mismo
tiempo, debe animarnos a superarnos año tras año en la construcción de
nuestro Belén.