La disciplina era sumamente severa,
mucho más exigente que la practicada en cualquier otro ejército de
la época. El juramento de fidelidad, el "sacramentum", que hacían
todos los soldados les imponía una obediencia plena a su general,
otorgándole a éste al mismo tiempo un poder absoluto sobre la vida y
la muerte de aquéllos. Tal poder recibía el nombre de "imperium".
Las faltas de disciplina se castigaban
de acuerdo a su gravedad con la suspensión del sueldo, con azotes o
hasta con la muerte.
Se consideraban faltas graves:
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Dormirse estando de centinela
-
Abandonar el puesto de combate
-
Desobedecer una orden del Cónsul
Cualquiera de estas faltas era
castigada con la pena capital, que podía ejecutarse de dos maneras:
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Se ataba al condenado a un poste y
se le azotaba con las varas del fascio, para luego cortarle la
cabeza con el hacha.
-
Se hacía pasar al condenado entre
dos filas de legionarios, quienes lo golpeaban hasta morir.
Cuando se debía castigar a toda una
unidad, el general elegía al azar a uno de cada diez soldados para
que fuese ejecutado. A este procedimiento se le denominaba
"diezmar". Al resto se les castigaba con el desprecio, obligándolos
a alimentarse de cebada en lugar de trigo y viviendo en el exterior
del campamento hasta ser perdonados.
Como ya hemos visto, la disciplina en
las legiones era bastante rígida, llegándose a aplicar por faltas
excesivamente graves, la pena capital. Sin embargo, los castigos más
frecuentes eran golpes de vara, guardias suplementarias, trabajos
desagradables como la limpieza de letrinas, rebajar el grado e
incluso la expulsión deshonrosa de la legión.
Condecoraciones
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Corona cívica. Hecha con
hojas de roble. Se concedía al hombre que salvara en plena batalla
la vida de un ciudadano romano. Era la máxima condecoración al
valor personal.
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Corona graminea. Se concedía
por salvar a un ejército
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Corona muralis. Era de oro.
Se concedía al primer soldado que ponía pie sobre la muralla
enemiga durante el asedio.
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Corona navalis. De oro.
Concedida al Cónsul que capturase una nave enemiga en batalla
naval.
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Corona obsidionalis. Se hacía
con manojos de hierba. Se concedía al hombre que con su acción
individual salvaba de la destrucción a la legión.
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Corona vallaris. De oro. Se
concedía al primer soldado que asaltaba la empalizada de un
campamento enemigo.
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Phalerae. Era un juego de
nueve medallas de plata que se sujetaban sobre la coraza con
correas de cuero. Se concedían al valor en el combate a
centuriones y legionarios.
Los oficiales también podían obtener
condecoraciones:
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Centurión jefe y tribunos, podían
conseguir una lanza de plata.
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Tribuno jefe: dos coronas de oro,
dos lanzas de plata y dos estandartes pequeños de oro.
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Legados: podían conseguir hasta tres
juegos de condecoraciones
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Cónsules y gobernadores podían
conseguir hasta cuatro juegos de condecoraciones.
Entrenamiento
Los primeros cuatro meses tras el
reclutamiento eran terribles y estaban destinados a eliminar a los
más débiles. Los jóvenes aspirantes debían de ser moldeados tanto
física como mentalmente para convertirse en los mejores soldados.
Como ya hemos visto en otros artículos, los soldados eran reunidos
en contubernios (grupos de ocho) y debían aprender a convivir entre
ellos.
El entrenamiento de los recién
llegados se dividía en dos fases, la primera consistía en someterles
a marchas y mas marchas cargados con cestos llenos de piedras, de
ese modo se conseguía que los pies se endurecieran y los músculos de
las piernas doblaran su tamaño. Además de las marchas debían montar
a caballo, natación, etc.
Cada día antes de salir el sol, las
trompetas tocaban diana y la legión se ponían en marcha. Los
barracones debían quedar impecables para la inspección y tras ella,
los legionarios desayunaban, preparaban su equipo e iniciaban una
nueva jornada de caminatas, una pausa para comer y de nuevo al
entrenamiento, a ensayar las complicadas maniobras de ataque.
Muchos a pesar de los esfuerzos, no
conseguían pasar las duras pruebas y eran mandados de vuelta a casa
antes de empezar el entrenamiento con armas. Este entrenamiento se
dividía en dos fases:
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Una primera en la que las armas a
utilizar no eran reales sino de madera y mucho más pesadas que las
originales. En este período el entrenamiento se hacía primeramente
con postes, permitiéndoles más adelante el combate por parejas
intercambiándose entre ellos.
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Una vez superada la anterior, en la
segunda fase se les entregaban armas reales.
El entrenamiento de un legionario
nunca terminaba, incluso en campaña se ejercitaban una vez al día en
marchas y maniobras de conjunto. Para los ya veteranos el
entrenamiento se limitaba al manejo de las armas y el ensayo de
maniobras de combate. |