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LA CENA PERFECTA O COMO SOBREVIVIR A OTRA NOCHEBUENA

Kinjote

Aunque prometiste el año pasado que no iba a volver a pasar, otra vez asistes a la cena perfecta, porque es Navidad y quizá la última vez en ver a tu familia.

Creíste que con tanto amigo secuestrado o asesinado en este país de miércoles -sumado a las canas nuevas que aparecen pese a la persistencia de los tintes-, tus familiares tendrían un poquito más de sabiduría y usarían más los brazos para arroparse y no la lengua para destruirse. 

Pero no, ya la muerte no cumple con su labor educativa y sanadora como antes. En vez de estar en paz y alegres por estar juntos, la reunión se convierte en una competencia cuasi adolescente de ver quien lo tiene más grande: el carro, la casa, la cuenta bancaria…

Y tú que creías que por haber hecho el Camino de Santiago podrías soportar las impertinencias de tu cuñado que como cada año vuelve a atacar con su repertorio de chistes escatológicos del tipo “¿Saben por qué llaman al cafetín de la Universidad Simón Bolívar Amper? Porque siempre pasa un coulomb por segundo”.

Así es mejor: Permanece callado y cuida al perro que tiembla por los fuegos  artificiales o juega con el sobrino más pequeño con su nueva tableta: pronto crecerá y tendrá que elegir si sumarse a la foto perfecta o arriesgarse a quedarse solo.

Relájate. Ya sirven la comida. ¿Y qué pasó?… ¿Por qué no sirven las hallacas de la abuela?... Ah, es que hay novios nuevos y es mejor servir el pernil al horno y el mejor vino.

Carrizo, tú querías comer hallaca, no porque sea una exquisitez gastronómica sino porque la hizo tu madre que por suerte aún está viva.

Llegó el momento del postre y los comentarios continúan: “sí estás gorda”, “por qué la novia de fulanito no habla, ¿es tonta?”.

Te preparas con esfuerzo para una sobremesa en la que no queda muñeco con cabeza: “yo haría el camino en Nueva York, eso de ir a Santiago es una pérdida de tiempo”, “córtate el cabello que te pareces al Ché Guevara”, “¿será que fulanita es lesbiana?”.

Hasta que alguien propone adelantar la entrega de regalos porque se tiene que ir a otra reunión: un rayo de esperanza brilla en el horizonte, creíste que jugar al amigo secreto podría hacerle recordar a esta gente que es Navidad y que hace 2017 años nació Jesús, si aceptamos la opinión de los
historiadores que fijan la fecha de su nacimiento en el -4 ac.

No. Nada de Jesús.

Tu primer regalo: una botella de güisqui – escrito en su versión criolla aceptada por la RAE-; esta hermana no te conoce en absoluto, pero bueno  ya te servirá de regalo para otra cena perfecta. 

Segundo regalo: una docena de medias. Esto se parece al cuento de los tres cochinitos pero al revés: ¿quién coño regala unas medias?; esta hermana no solo no te conoce sino que además te odia.

No esperas al tercer cochinito – sabes que es otra corbata-. Así que conminas al sobrino mayor a que tome una foto familiar. Muestras con aprehensión las putas medias y gritas “¡todos digan güisqui!”. Ahí está, la foto perfecta de la cena perfecta. Hasta el año próximo.

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