Se oye el ronroneo
de los vehículos, que transitan por las calmadas calles de New York
repletas de personas, compradores compulsivos, el ambiente es
festivo, la navidad aflora con villancicos y luces.
Al fondo y desde
otra óptica está acurrucado en la acera, el niño Juan con pantalones
rotos y descalzo pidiendo centavos de dólar para comer, mira al
suelo de la alcantarilla para hurgar entre el lodo algunas monedas
perdidas por los transeúntes, su estómago ruge de hambre, su voz
entrecortada se escucha entre la gente.
- ¿Tiene usted unas
monedas que me pueda dar? -susurró, ¿puede darme unas monedas?
Con dolor en el
estómago abandonado a su suerte después de la muerte de su madre,
quedó abandonado y triste su padre preso, sin familia y sin rumbo
vagaba por las calles buscando un mendrugo de pan. Con pasos lentos
pateando latas viejas recorre las calles.
- Hola -saluda el
anciano. ¿Quieres desayunar conmigo niño?
- Si. Pero quién es
usted y por qué me invita a desayunar.
- De ahora en
adelante mi niño no vas a sentir hambre ni tendrás más frío. Ven vas
a pasar la navidad más bella que hayas pasado en tu vida, se montó
en su carruaje el cual voló a los cielos. Llegaron ante una mesa
repleta de alimentos de diferentes sabores, Juan reía de alegría.
Vestido de blanco con ropa limpia y diferentes juguetes.
Mientras en la calle
54 de Manhattan, el parte policial daba cuenta de la muerte de un
niño, que fue encontrado en posición fetal acurrucado con un viejo
soldado de juguete en sus manos y con una sonrisa en sus labios
había muerto Juan, todos lloraron su muerte. Querían ayudar pero
para qué ya no lo necesitaba estaba en un lugar mejor en el reino de
los cielos. |