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LA POLVORA Y LA NAVIDAD

Rasel

Miraba como mis amiguitos disfrutaban la navidad.

De cierta manera yo también la disfrutaba, pero no sé por qué sentía que ellos la disfrutaban más que yo.

Quizás porque ellos tenían regalos y yo no.

Ellos tenían ropas nuevas y yo no. Ellos quemaban chispitas mariposa, luces de colores y yo no.

Ellos salían con sus zapatos nuevos y yo con los viejos, ellos se veían radiantes bien presentaditos y yo no.

Ellos salían al día siguiente con sus carros nuevos, sus bicicletas y decían que se los trajo papá Noel y se los había dejado en el arbolito de navidad, en mi casa no había arbolito de navidad.

En mi casa no había novenas, no había aguinaldos, no había pavo relleno, no había luces de navidad, no había regalos.

En mi hogar no había tamales, ni buñuelos con natilla, ni villancicos.

En mi hogar no había navidad.

A mediados de noviembre mi padre me decía, toma este dinero para que compres pólvora, compra una bolsa de pañoletas, un cartón de martinicas y una docena de chispitas mariposa.

Todos los días te sientas en la puerta de la casa, ya por la noche y les vendes pólvora a los niños del barrio.

Vas guardando la plata para comprar cada vez más pólvora y finalmente para la noche de navidad tendrás dinero para comprar tu ropa y tus juguetes.

Yo hacía la tarea fiel a las instrucciones de mi padre, una y otra vez compraba martinicas, pañoletas, compraba chispitas mariposa y otras cosas para venderle a mis amigos y niños del barrio.

Mis amigos se divertían jugando y quemando la pólvora, yo sentado en la puerta de mi casa solo miraba y esperaba que vinieran a comprar más.

Cuando yo quería ir a jugar con ellos, porque veía que la estaban pasando rico, mis padres me decían, no, tú tienes que vender la pólvora, no te puedes ir a jugar.

Esta historia se repetía año tras año.

Y cuando se acercaba la noche de navidad, yo le decía a mi madre, cómprame la ropa nueva con las ganancias de la venta de la pólvora.

Ella me contestaba, hijo no te alcanza, pero vamos a comprar una tela y tu hermana te hace un pantalón.

En mi casa no había regalos, ni luces, ni abrazos y besos, en mi casa no había navidad.

De todas maneras todo niño tiene un espíritu aventurero y de alguna manera aunque no recuerdo como, yo también disfrutaba la navidad.

Yo disfrutaba viendo las luces en las casas ajenas, en las tiendas y en las calles.

Yo disfrutaba los villancicos en la ventana de doña Petra, quien disponía un viejo radio amarrado con cabuya a la vieja reja de la ventana, para que todo aquel que pasara por allí los escuchara.

Yo disfrutaba viendo el arbolito de navidad en casa de mis amiguitos y escuchando desde afuera el cantar de un pajarillo con trinos navideños.

Disfrutaba viendo a mis amiguitos exhibiendo sus regalos, aunque en ocasiones me sentía un poco celoso, finalmente me alegraba por ellos.

Ahora entiendo por qué detesto la pólvora, claro, ahora lo entiendo.

La pólvora me arrebato más de una navidad.

Aun hoy sin reparar en todos esos pormenores, la navidad sigue siendo la época más linda del año.

Me pudo haber arrabiatado algunas navidades, pero nunca el espíritu navideño.

Aun hoy ese niño, aunque con unos años de más, disfruta como nunca la navidad.

Aun hoy ese niño se enternece con la magia y el encanto de la navidad.

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